A las grutas de Cacahuamilpa en 1894.
Era el medio día del diez de diciembre de mil ochocientos noventa y cuatro; en el Pueblo de Puente de Ixtla, perteneciente al Estado de Morelos, y después de tomar el alimento indispensable para soportar las fatigas de un largo pero deseado viaje, se alistaba una pequeña caravana, pequeñísima en personal, pero con vehementes deseos de conocer las renombradas y maravillosas Grutas de Cacahuamilpa.
La caravana se componía de dos Señoritas (una de ellas la que esto escribe), tres caballeros, siendo el mayor de ellos el que, por su práctica en viajar como Agente de Comercio, conocía al dedillo, permítaseme la frase, los medios de que debe proveerse quien tales empresas acomete, y un guía anciano, viejo lugareño de aquellos contornos y zorro astuto servicial é inteligente, que lo mismo sabía apacentar el ganado, beber mezcal y fabricar azúcar, que tomar bajo su responsabilidad la difícil misión de guiar hasta su destino al grupo de seres que á su pericia confiaba sus existencia.
Provistos de víveres indispensables, que prudentemente fueron colocados á lomo de traviesa mula, los caballeros, bien armados y todos llenos de intrepidez, sí de intrepidez rayana en temeridad, emprendimos nuestra difícil pero hermosa jira, jinetes en cabalgaduras que jamás habían abusado de las posturas, pero lo bastante fuertes para resistir nuestra humanidad sobre su dorso; pequeñas, mal enjaezadas y pero equipadas, pero llenas de grandes virtudes, á saber: mansas, dóciles, hábiles conocedoras del terreno y constantes é impasibles caminantes de esos Desiertos que más tarde describiré.
Con un sol tropical emprendimos la marcha, rumbo, primero, á la Hacienda de San Gabriel, propiedad de los Señores Amor Hermanos, último poblado límite de la zona azucarera del río Estado de Morelos. Atravesamos dicha finca en el momento llamado de la Zafra, ó sea la molienda de la caña para la fabricación de azúcares, respirando con dificultad los efluvios cálidos de un sol canicular mezclados con empalagoso ambiente saturado de guarapo.
Abastecidos los porrones en la tienda de la finca mencionada pasamos lentamente el «Real de San Gabriel» admirando sus plantíos, las callejas limitadas por las formas rotas, inteligentemente apiladas como almacén de alfarería; sus limoneros, chirimoyos, plátanos, etc., etc., su vegetación rica y exuberante, sus caseríos bañados por rica corriente de agua que, bajo de un gran puente se desliza con suavidad para, encauzada después, dar fuerza á la rueda motriz del trapiche de dicho ingenio.
Pasamos dicho puente sobre el arroyo, en el que abrevaron nuestros caballos para internarnos después por una cañada que se pierde entre un laberinto de mesetas diversas; comenzando desde ese punto un ascenso á una altiplanicie extensa y prolongada, poco accesible por el sin número de piedras negruzcas y resbaladizas, cantos y otras, así como por una serie no interrumpida de barranquillas ó salientes, vueltas, quebraduras y escondites, cuyo conjunto es llamado singurarmente por nuestro guía con el nombre «Llano de los Guarines»
Ignoro en lo absoluto á qué causa obedezca darle tal título de «Llano de los Guarines» á una porción de terreno tan descomunalmente accidentada; mas respetando secretos que no me corresponde averiguar, sólo diré que en las barranquillas, en que tanto abunda dicho llano, llamó seriamente mi atención un género de arbustos cuyo fruto de color amarillo claro y muy semejante al vulgarmente llamado «Pancololote,» pero de un largo de ocho á nueve centímetros, y en prodigiosa abundancia, semejaban inmensas parvadas de canarios posados en sus peladas ramas (1)
De la infinidad de hierbas y arbustos que llenaban las barranquillas nada diré, por carecer de conocimientos en Botánica, mas entiendo que muchas riquezas encierra la Flora de ese famoso y eterno llano.
(1) Es el llamado Bonete, Pileus heptaphyllus, J. Ram de la familia de las Pasifloráceas. -M. V.
Fuente: Franco, Guadalupe, Mis impresiones de viaje. A las grutas de Cacahuamilpa, Anales del museo nacional, Segunda Época, Tomo III. Pág 507-508. México 1895.
La caravana se componía de dos Señoritas (una de ellas la que esto escribe), tres caballeros, siendo el mayor de ellos el que, por su práctica en viajar como Agente de Comercio, conocía al dedillo, permítaseme la frase, los medios de que debe proveerse quien tales empresas acomete, y un guía anciano, viejo lugareño de aquellos contornos y zorro astuto servicial é inteligente, que lo mismo sabía apacentar el ganado, beber mezcal y fabricar azúcar, que tomar bajo su responsabilidad la difícil misión de guiar hasta su destino al grupo de seres que á su pericia confiaba sus existencia.
Provistos de víveres indispensables, que prudentemente fueron colocados á lomo de traviesa mula, los caballeros, bien armados y todos llenos de intrepidez, sí de intrepidez rayana en temeridad, emprendimos nuestra difícil pero hermosa jira, jinetes en cabalgaduras que jamás habían abusado de las posturas, pero lo bastante fuertes para resistir nuestra humanidad sobre su dorso; pequeñas, mal enjaezadas y pero equipadas, pero llenas de grandes virtudes, á saber: mansas, dóciles, hábiles conocedoras del terreno y constantes é impasibles caminantes de esos Desiertos que más tarde describiré.
La grandeza histórica de la hacienda azucarera de San Gabriel las Palmas. Fuente: Pan American Union., . (1911). Mexico: a general sketch. Washington, D.C: [Press of B. S. Adams]. |
Con un sol tropical emprendimos la marcha, rumbo, primero, á la Hacienda de San Gabriel, propiedad de los Señores Amor Hermanos, último poblado límite de la zona azucarera del río Estado de Morelos. Atravesamos dicha finca en el momento llamado de la Zafra, ó sea la molienda de la caña para la fabricación de azúcares, respirando con dificultad los efluvios cálidos de un sol canicular mezclados con empalagoso ambiente saturado de guarapo.
Abastecidos los porrones en la tienda de la finca mencionada pasamos lentamente el «Real de San Gabriel» admirando sus plantíos, las callejas limitadas por las formas rotas, inteligentemente apiladas como almacén de alfarería; sus limoneros, chirimoyos, plátanos, etc., etc., su vegetación rica y exuberante, sus caseríos bañados por rica corriente de agua que, bajo de un gran puente se desliza con suavidad para, encauzada después, dar fuerza á la rueda motriz del trapiche de dicho ingenio.
Pasamos dicho puente sobre el arroyo, en el que abrevaron nuestros caballos para internarnos después por una cañada que se pierde entre un laberinto de mesetas diversas; comenzando desde ese punto un ascenso á una altiplanicie extensa y prolongada, poco accesible por el sin número de piedras negruzcas y resbaladizas, cantos y otras, así como por una serie no interrumpida de barranquillas ó salientes, vueltas, quebraduras y escondites, cuyo conjunto es llamado singurarmente por nuestro guía con el nombre «Llano de los Guarines»
Camino colonial que pasaba por San Gabriel las Palmas. Se conoce actualmente como la Peña del Tilcuate. Foto: Noé Ávila. |
Bonete. Pileus heptaphyllus. Una especie de papaya silvestre. |
De la infinidad de hierbas y arbustos que llenaban las barranquillas nada diré, por carecer de conocimientos en Botánica, mas entiendo que muchas riquezas encierra la Flora de ese famoso y eterno llano.
(1) Es el llamado Bonete, Pileus heptaphyllus, J. Ram de la familia de las Pasifloráceas. -M. V.
Fuente: Franco, Guadalupe, Mis impresiones de viaje. A las grutas de Cacahuamilpa, Anales del museo nacional, Segunda Época, Tomo III. Pág 507-508. México 1895.
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