Breve reseña histórica de Amacuzac, su feria y su plaza de toros

Por MDI. Luis Arturo Domínguez Brito. (Cronista de Amacuzac).
Los orígenes del pueblo de Amacuzac se remontan al poblamiento del Valle de Morelos por los tlahuicas durante la peregrinación de las tribus nahuatlacas al centro del país en el siglo XI, Aunque, en distintos puntos del municipio se encuentran vestigios arqueológicos que datan de más de 3000 años, desde el tiempo del horizonte Olmeca. En el siglo XIV los mexicas, otro grupo de origen nahua, incursionaron en la región y para de 1430 comenzaron a extender su imperio quedando Amacuzac entre los pueblos sometidos por los aztecas dentro del Señorío del Cuauhnáhuac, como consta tanto en la matrícula de tributos como en el códice mendocino.


Glifos prehispánicos relativos al pueblo de Amacuzac

Etimológicamente, el nombre de Amacuzac proviene del náhuatl Amakozac, término compuesto por amatl (“amate” o “papel”), custic (“cosa amarilla”) y a’c’ (contracción de los vocablos “atl” que significa agua y “co” que es un adverbio de lugar), de manera que puede traducirse como “en el río de los amates amarillos”. El glifo prehispánico corrobora esta interpretación pues se compone de una encía (con dos dientes) que refiere a la abundancia, bajo la cual hay un recuadro amarillo que representa el papel amate y en la parte inferior del mismo la representación del vocablo “atl” como si se tratara de un río. El nombre Amacuztitlán también conocido entre los pobladores es apócrifo, pues por sus partículas se nota que no es una palabra en náhuatl, sin embargo, se sabe por tradición oral que así se refirieron los primeros españoles al pueblo de blancos.
Durante la Colonia, Amacuzac y otros pueblos pequeños que lo circundaban pertenecieron al Marquesado del Valle de Oaxaca, adjudicado a Hernán Cortés. Durante esta época, los nativos de Amacuzac, fueron protegidos de los encomenderos españoles debido a que proporcionaban el servicio de cruce de mercancías y ganado, en un punto conocido como “El Balseadero” a través de pangas o chalanas y la tributación de pescado, “Oficio” que les permitió tener un gobernador indígena hasta por lo menos 1740 cuando sobrevino la terrible epidemia del Matlazahuatl o Cólera Morbo que diezmó severamente la población indígena del lugar como en gran parte del centro de México.
Alrededor de esos años, algunos españoles venidos tanto de Tetipac como de Contlalco llegaron a Amacuzac y se establecieron en un lugar conocido hasta la fecha como “El Ojo de Agua” al poniente del actual Amacuzac y muy cerca de otra cuadrilla que se formó posteriormente conocida como “La Playa” en la cordillera del río Amacuzac, próxima a Huajintlán. Miguel Aranda, español originario de Tetipac, fue el primero en establecer el pueblo de blancos; le sucedió su hijo Vicente quien fue padre de Aniceto Crescencio de Jesús Aranda Toledo a quién le ha sido atribuida la refundación de Amacuzac en el siglo XIX. Después de la llegada de Albino Aranda de Contlalco, muchas otras familias llegaron a establecerse en el lugar. Una vez que la población indígena prácticamente había desaparecido, en el mismo sitio donde existió la aldea prehispánica, se estableció el nuevo pueblo de blancos y mestizos quienes abandonaron el primer asentamiento, según se puede corroborar en los archivos de la Iglesia de San Francisco de Asís, nombre que recibe la parroquia debido a que desde los inicios de la conquista fue evangelizada por franciscanos provenientes del convento de Tlaquiltenango.


Sucesión de la familia Aranda en Amacuzac

El 13 de mayo de 1868, perteneciendo aún la región al Estado de México, Amacuzac fue erigido municipio, integrándose con las localidades de Huajintlán, la Hacienda de San Gabriel las Palmas y las cuadrillas de Miahuatlán y la Playa en el distrito de Tetecala. Al siguiente año fue creado el Estado de Morelos siendo Amacuzac por consiguiente uno de sus municipios.
La figura patronal en particular del pueblo amacuzteco es la de San Francisco de Asís, por eso el día 4 se celebra una fiesta que recientemente se convirtió en festival, sin embargo, la devoción por la Virgen de Guadalupe rebasó, como sucede en ciertos lugares de México cualquier otra celebración. Por lo anterior, aunque no se sabe desde cuándo, la feria principal de Amacuzac se celebra en honor de la Guadalupana.
Según la tradición oral, dicha feria se celebraba al principio, el 12 de diciembre, como corresponde con la fecha de la aparición de la Virgen del Tepeyac, sin embargo, se cuenta que, en aquel entonces, los campesinos solían cosechar todavía hasta el mes de diciembre y que por eso no podían asistir a los festejos. En consecuencia, para poder tener más asistencia a los eventos los principales del pueblo trasladaron la fecha al 12 de enero, tal y como hasta ahora se realiza.
Por haber conservado su aspecto tradicional, la feria de Amacuzac se ha convertido en una de las más atractivas de la región. Durante al menos 15 días, la comunidad recibe la visita de personas provenientes de los municipios vecinos como Buenavista de Cuéllar, Tetecala, Mazatepec, Taxco entre otros y por supuesto de Puente de Ixtla, la ciudad más cercana. Es la feria que congrega también, a todas las localidades de Amacuzac y por eso es considerada, de alguna forma, la feria del municipio.
Baile, jaripeo ranchero, juegos mecánicos, tacos de chivo, dulces típicos, eventos culturales, exposiciones y la tradicional nieve de leche son algunos de los atractivos que hacen de la feria de Amacuzac un esperado evento. La alegría, hospitalidad de su gente y belleza de sus mujeres, son los ingredientes adicionales de la feria que atraen y enamoran.


1925. Escenas del jaripeo en Amacuzac. (Ahora patio de la Escuela Carlos A. Carrillo)

No se sabe con certeza desde que fecha se celebra la feria de Amacuzac, sin embargo, existen fotos que muestran escenas del jaripeo en 1925 muy probablemente de la fiesta de enero. En ese entonces el corral de toros se establecía en un predio que a la postre se convirtió en el patio central de la Escuela Carlos A. Carrillo.


1967. El predio donde posteriormente se construyó la Plaza de Toros El Centenario de Amacuzac

Ese espacio fue usado para el jaripeo, hasta finales de la década de los años 60. En 1957, en dicho lugar, sucedió una terrible tragedia en la cual las gradas, llamadas también “entablados” que por costumbre se improvisaban construyéndolas de madera, se derrumbaron en plena corrida, resultando algunos fallecidos y muchos heridos. El recuerdo de este lamentable acontecimiento, fue tal vez, uno de los motivos por los cuales se pensó en un nuevo lugar para el jaripeo, eligiéndose para tal efecto un predio muy próximo, en un lugar que se identifica hasta la fecha como “El barrial”, curiosamente el mismo lugar que los indígenas (los últimos) utilizaron, hasta por lo menos los años 30, para fabricar utensilios de barro.


Los entablados de antaño

En el período de la administración municipal de Roberto Brito Aranda (1968-1970) se construyó el redondel o corral de concreto, así como el toril y el nicho de la banda, con lo cual se comenzó la plaza de toros como se conoce actualmente. Posteriormente siendo presidente Carlos Domínguez Zavala (1978-1979), se construyeron las primeras gradas de concreto que cubrieron el lado poniente de la plaza. Al finalizar la década de los 90, siendo presidente Onésimo Acosta Salgado se realizó una obra más integral en la que se logró construir de concreto las gradas de todo el redondel de la plaza, la cual ha sido llamada “Centenario” desde por lo menos la mitad del siglo XX.


Construcción final de la Plaza el Centenario de Amacuzac durante la administración del Sr. Onésimo Acosta

Grandes eventos del jaripeo se recuerdan en la Centenario de Amacuzac, desde las épocas doradas de los jinetes morelenses que aún pueden ser recordados por su legendarios sobre-nombres: Carlos “La Chejera”, el Indio Juárez, El Soto y el Pedrín de Acatlipa, El Pichochulo, El Mole, El Tilingo de Timimilcingo, El Oso de Amacuzac y Juanita de los Ojos Verdes entre muchos otros que desafiaban toros de ganaderías legendarias como el As de Oros del Padre Patiño de Huandacareo Michoacán, o la famosa ganadería amacuzteca “Ojo de Agua” de don Antonio García “El Filoso” con toros como El Zapatista, El Gitano y El Veneno. Después vino la época marcada por los elegantes de Puente de Ixtla, pero también por jinetes del Estado de México y de Nayarit. Todavía se recuerda a más de 20 años de distancia el duelo entre El Huracán y el Rica de Puente.


La práctica del jaripeo que viene desde los tiempos de las haciendas ganaderas.

Visiblemente el rodeo americano ha impactado por más de 20 años la tradición del jaripeo mexicano, que data desde la época de las haciendas ganaderas. Anillo metálico y cajón; tejanas, chalecos y chaparreras; la modificación del horario y la inclusión de grupos y bandas equipadas con sonido e iluminación, son algunos de los nuevos artificios e incrustaciones culturales que contrastan con antiguas tradiciones como por ejemplo “el toro de las once”. Es así como la fiesta intenta seguir siendo tan tradicional como en otras épocas, dicho sea de paso, en la era tecnológica que nos ha alcanzado y de hecho abona ya y seguirá sumando otros matices al jaripeo.
El jaripeo como muchas de las tradiciones del sur en Morelos, nos han sido compartidas por los pueblos vecinos del norte de Guerrero, un tanto por el intercambio cultural y el comercio y otro tanto por la migración de familias que finalmente se establecen en nuestras comunidades y echan raíces. El queso de cincho, los tacos de chivo, las palabras de origen náhuatl como “pilcate”, son muy particulares del sur morelense y norte guerrerense, además prueba de esta hermosa relación. 
Asimismo compartimos la forma de hacer la fiesta, fiesta que disfrutamos ahora, con formas nuevas y nuevas manifestaciones, sin dejar atrás los modos de antaño: el toque bravío, la solemnidad, la hospitalidad y sobre todo la alegría.

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