¡AGUSTÍN LORENZO! ¡QUINCE MILLONES DE PESOS!
Por el maestro Miguel Salinas Alanís. 1924. http://humanistas.org.mx/Salinas.htm
En todas las poblaciones de Morelos y en las de la parte septentrional de Guerrero, se conserva por tradición el recuerdo de las hazañas—o más bien fechorías—de un célebre ladrón y famoso salteador llamado Agustín Lorenzo.
En todas las poblaciones de Morelos y en las de la parte septentrional de Guerrero, se conserva por tradición el recuerdo de las hazañas—o más bien fechorías—de un célebre ladrón y famoso salteador llamado Agustín Lorenzo.
No he podido encontrar una persona que
posea noticias exactas acerca del nacimiento, edad, lugar de origen y señas
particulares de este representante conspicuo del bandolerismo; pero se puede
asegurar que sus hechos tuvieron gran resonancias en aquella región, y que se
grabaron hondamente en la memoria de los pueblos; pues todas aquellas gentes
que nada o muy poco saben de Ayala, de Matamoros y de Bravo, saben bien la vida
y milagros de Agustín Lorenzo. Según el decir de un vecino de Tetecala, fue
coetáneo de Pedro Asensio. Si tal afirmación fuere verdadera, las correrías de
nuestro personaje podían fijarse en los últimos años de la guerra de
Independencia.
Durante mucho tiempo, en algunas fiestas
de los poblados que antes nombré, se representaron,—además de retos, loas y coloquios—algunos pasos en que era protagonista el popular
colega de Diego Corrientes. En 1879 vi una de esas representaciones en un
barrio de la villa de Tlaltizapán.
Un tramo del camino real de México a
Acapulco —el comprendido entre Cuernavaca e Iguala—y los muchos caminos
vecinales que entroncaban con él, fueron seguramente el teatro de los robos de
Agustín Lorenzo. Las selectas mercaderías asiáticas venidas de la Nao de China, las barras de platas
sacadas de Tasco(sic) y el dinero efectivo que semanariamente se enviaba a los ingenios para sus rayas, eran el blanco
de los audaces ataques del salteador.
"El Chinaco" Juan Moritz Ruguendas. Tomado de: Historia de el Vandalismo en el Estado de Morelos. Lamberto Popoca Palacios. 1912. Pag. 48. Posiblemente el atuendo que usaba Agustín Lorenzo. |
Los golpes de mano dado por éste, han de
haber sido numerosos y de importancia; pues no hay cueva, barranco o recoveco
del áspero y quebradísimo agro morelense, en que no se crea que yacen
escondidos los tesoros de aquel célebre infractor del séptimo mandamiento. Y
cuando alguien tiene alguna necesidad pecuniaria, o desea capital de
importancia para una empresa, es muy frecuente oír frases como éstas : “¡Quién
encontrara una de las tapazones de
Agustín Lorenzo!” “¡ah, mal haya una de las cuevas de Agustín Lorenzo!” Por
supuesto que las voces mal haya están
usadas incorrectamente en la última expresión.
A pesar de haber robado tanto y de haber
atesorado miles y miles—según la fantasía popular—, nadie ha encontrado alguna
de las mentadas tapazones del famoso
ladrón. Esto se explica, teniendo en cuenta que cada vez que Agustín Lorenzo
reunía un tesoro, lo escondía con arte y maña, y mataba inmediatamente después
a aquellos de los miembros de su banda que le habían a ayudado a efectuar la
ocultación.
Aprovechando las tradiciones y las mil
consejas referentes a nuestro héroe, algunos individuos de buen humor pintaron
con cal, cobre un gran boquete que da entrada a una cueva, un enorme letrero
que dice: ¡AGUSTÍN LORENZO! ¡QUINCE MILLONES DE PESOS! Hay que confesar que
lograron impresionar al público los chuscos autores de las inscripción, pues al
escoger para ésta un lugar apropiado, realzaron todo lo que el asunto tiene de
fabuloso.
El lugar aludido es uno de los repliegues
que hacen los belios y soberbios acantilados que forman el Cañón de la Mano.
El valle de Iguala es típico; puede
servir de ejemplo a la definición de valle que dan los tratados elementales de
geografía: es un terreno plano encerrado en un cinturón de montañas. Para salir
de él, o para entrar, por el lado norte—antes de la construcción del
ferrocarril—, había que subir y bajar la Cuesta
del Platanillo, célebre por un combate en que reaccionarios surianos
derrotaron y mataron al general don Plutarco González(1), gobernador del Estado
de México (1857).
Cuando se trató de construir la vía
férrea de Iguala, se buscó un lugar a propósito para entrar en el valle,
evitando cuestas empinadas como la del Platanillo.
Los ingenieros hallaron lo que buscaban: hallaron una hendidura, una arruga del terreno, llamada el Cañón de la Mano.
Entre los cerros que ciñen el valle, hay
dos que dejan entre sí un hueco, un grieta y profundísima, en cuyo lecho corre
un arroyo de caudal exiguo, al menos durante la mayor parte del año. Se
hicieron obras encaminadas a arrojar las aguas hacia un lado del Cañón, y en otro lado se construyó el
viaducto.
El Cañón de la Mano es muy bello: su aspecto
es grandioso e imponente. Se cuenta que algunas viajeras—a mi no me consta el
hecho—, quizá anonadadas por la majestad del espectáculo, se envuelven la
cabeza con su chal o rebozo mientas el tren atraviesa el Cañón. Hacen muy mal las medrosas señoras: deben aprovechar la
oportunidad de gozar de un cuadro cuya rara hermosura pocas veces se ofrece a
nuestros ojos.
Cuando el viajero penetra en el Cañón, comienza a recorrer un dilatado y
tortuoso callejón que podrá tener una longitud de cinco kilómetros. En el
fondo, ve a un lado las aguas del arroyo y al otro, el viaducto por donde
camina el tren; a derecha e izquierda, ve dos enormes acantilados, las masas de
los cerros que forman el callejón, y aque allí están labrados a plomo como
gigantescos muros, altos, muy altos, demasiado altos; y más allá del borde de los muros, aparece un
jirón de cielo, de cielo claro, de cielo suriano, de cielo de un purísimo azul como el zafiro.
No sé cual es la altura máxima de los
acantilados, pero recuerdo que, en cierta ocasión, vi tres o cuatro zopilotes
que volaban sobre el tren, como si lo fueran siguiendo; estaban a gran
elevación, pues se veían muy pequeños, y, sin embargo, mucho más arriba de las
aves, divisaba yo los bordes de los acantilados.
Éstos ofrecen en todo tiempo bellísimo
aspecto. En el invierno, cuando se seca una parte de la vegetación que los
tapiza, muestran amplios tramos de la superficie terse, como si estuviera
revocada; en otros puntos, la erosión de las aguas ha producido enormes desconchados;
más allá se divisan con toda claridad las capas geológicas que forman aquel
terreno; en ciertos lugares, hay oquedades y rocas salientes; y por dondequiera
aparecen manchas húmedas que conservan su vegetación. Entre las plantas
persistentes, hay miríadas de magueyes que, adheridos a la roca, se ven como
aplastados y nos hacen creer que los muros del Cañón están tachonados de estrellas.
En los meses de lluvias, en agosto y
septiembre, la vegetación recobra su vigor y presta a las dos gigantescas
murallas el atavío de su frescura, de su lozanía y de su extraordinaria
exuberancia. Los helechos grandes y pequeños, la menuda hieerba, los musgos,
las enredaderas, los magueyes y los otates, que en apretados haces lanzan al
aire sus elegantes tallos rematados por lindos penachos, toda aquella variedad
infinita de plantas, cuelga los acantilados del Cañón con enormes ramilletes, con dilatados festones, con regias
guirnaldas y con amplios y soberbios cortinajes; y a tan maravilloso cuadro, se
une, en octubre, la nota azul del quiebraplato,
del manto de la Virgen, esa linda ipomea que derrocha sus tesoros en las
florestas de América, desde las tierras frías del Canadá, donde la llaman moring-glory (gloria de la mañana),
hasta las llanuras de Tejas; y desde estas llanuras—ayer mexicanas—hasta las
campiñas chilenas, donde le dicen suspiro.
Cuando el viajero va absorto en la
contemplación de tan insólito espectáculo, divisa de repente una oquedad, la
entrada de una cueva, y lee sobre ella la inscripción: ¡AGUSTÍN LORENZO!
¡QUINCE MILLONES DE PESOS!
(Publicado en PEGASO. Núm 10 de 17 de
mayo de 1917.)
(1) Don Plutarco González tal vez no hubiera perecido en Platanillo, pero quiso salvar personalmente a un oficial, íntimo amigo suyo, llamado Lauro Cárdenas, y encontró la muerte al ejecutar aquella generosa acción. Cárdenas, el oficial salvado, era tío del autor de este libro, y tuvo en su vida un rasgo muy honroso que me permitió consignar aquí con satisfacción. —Cuando los norteamericanos atacaron el Castillo de Chapultepec, Lauro Cárdenas y Ángel Colina— tío también del que esto escribe—formaron parte de un batallón organizado en Toluca para combatir a los invasores, y mandado por entonces al Castillo para ayudar a la defensa de éste. Según el parte relativo del general don Nicolás Bravo, en la noche anterior al combate, hubo una deserción numerosa, y del batallón aludido, sólo permanecieron en sus peligroso puestos veintisiete soldados y siete oficiales; entre éstos se hallaron Lauro Cárdenas y Ángel Colina.
Apenas habían derrotado González los reaccionarios, cuando atacados a retaguardia, son derrotados a su vez por Negrete. Éste levantó el campo y llevó el cadáver de don Plutarco a Cuernavaca y después a Toluca. Durante su estancia en la primera ciudad, permaneció el cadáver en un cuarto No 1 del Mesón de Salazar, llamado después Hotel de Robles.
1. Salinas, Miguel, Historias y paisajes morelenses, segunda edición de la primera parte y edición póstuma de la segunda parte. México 1981. (Primera edición 1924).
2. Popoca, Lamberto, Historia de el vandalismo en el estado de Morelos. Gobierno del Estado de Morelos. Primera edición. 1912. Reedición 2014.
1. Salinas, Miguel, Historias y paisajes morelenses, segunda edición de la primera parte y edición póstuma de la segunda parte. México 1981. (Primera edición 1924).
2. Popoca, Lamberto, Historia de el vandalismo en el estado de Morelos. Gobierno del Estado de Morelos. Primera edición. 1912. Reedición 2014.
Que historia tan mágica y hermosa, ojalá pudiera compartirnos algo de la historia de ese increíble espejo de agua ubicado entre Amacuzac y Puente de Ixtla llamado "Los baños de Tula" o los "Espejitos". De antemano gracias.
ResponderEliminarGracias Martín, ese es también un buen tema.
EliminarExcelente relato. De niña recuerdo haber escuchado esta historia de un tío. Creo que era la única sobrina a la que le interesaba escuchar esta historia màgica de Agustín Lorenzo, pues he preguntado a mis primos si alguno recuerda detalles de esas historias y nadie sabe darme razón. Recuerdo vagamente que mi tío nos contaba que pese a los esfuerzos de las autoridades para capturar a Agustín Lorenzo no lo conseguían porque "tenía pacto con el diablo" (mi tío usaba la expresión "estaba empautado") pues entraba en una cueva y no salía aunque lo esperaran por días, después se enteraban sus captores como se burlaba de ellos con quienes daban razón de haberlo visto en otro lado, lejos de la cueva de donde había entrado. Mi tío contaba que quienes llegaron a encontrar las "tapazones" de Agustín Lorenzo caían en un hechizo: veían de un lado de la cueva cosas sin valor como ollas viejas y rotas o costales sucios y vacíos; y al otro lado joyas y dinero o cosas nuevas y lujosas. Por supuesto la avaricia era grande y tomaban lo deslumbrante del lugar, pero al salir, lo único que tenían en sus manos era tierra, pues al contacto con el exterior, las cosas se deshacían y lo peor es que la cueva estaba sellada y ellos perdidos en la inmennsidad del cerro. Cuando llegaban a tener contacto nuevamente con otras personas, la gente creía que habían enloquecido y tiempo después morían. Esta era la señal inequívoca de que habían dicho la verdad.
ResponderEliminarMi tío nos contaba esta historia para que cuando nosotros encontráramos un tesoro de Agustín Lorenzo supiéramos que hacer para disfrutar de esos tesoros.
Sin duda alguna, una historia fantástica que me hacía soñar e imaginar poder ser una afortunada de encontrar alguna vez este tesoro...
Gracias por tu comentario Belem. Muy cierto todo lo que señalas. "empautar" es una palabra que usan ciertamente en los pueblos para decir que había pacto con el diablo. Agustín Lorenzo es una leyenda que se comparte en varios estados del centro y sur del país. Nuevamente gracias por tu comentario. Saludos.
EliminarExcelente relato. De niña recuerdo haber escuchado esta historia de un tío. Creo que era la única sobrina a la que le interesaba escuchar esta historia màgica de Agustín Lorenzo, pues he preguntado a mis primos si alguno recuerda detalles de esas historias y nadie sabe darme razón. Recuerdo vagamente que mi tío nos contaba que pese a los esfuerzos de las autoridades para capturar a Agustín Lorenzo no lo conseguían porque "tenía pacto con el diablo" (mi tío usaba la expresión "estaba empautado") pues entraba en una cueva y no salía aunque lo esperaran por días, después se enteraban sus captores como se burlaba de ellos con quienes daban razón de haberlo visto en otro lado, lejos de la cueva de donde había entrado. Mi tío contaba que quienes llegaron a encontrar las "tapazones" de Agustín Lorenzo caían en un hechizo: veían de un lado de la cueva cosas sin valor como ollas viejas y rotas o costales sucios y vacíos; y al otro lado joyas y dinero o cosas nuevas y lujosas. Por supuesto la avaricia era grande y tomaban lo deslumbrante del lugar, pero al salir, lo único que tenían en sus manos era tierra, pues al contacto con el exterior, las cosas se deshacían y lo peor es que la cueva estaba sellada y ellos perdidos en la inmennsidad del cerro. Cuando llegaban a tener contacto nuevamente con otras personas, la gente creía que habían enloquecido y tiempo después morían. Esta era la señal inequívoca de que habían dicho la verdad.
ResponderEliminarMi tío nos contaba esta historia para que cuando nosotros encontráramos un tesoro de Agustín Lorenzo supiéramos que hacer para disfrutar de esos tesoros.
Sin duda alguna, una historia fantástica que me hacía soñar e imaginar poder ser una afortunada de encontrar alguna vez este tesoro...
La de Agustín Lorenzo es una leyenda de varios estados. En Puebla por ejemplo, se narra un enfrentamiento entre este bandido y un capitán del ejército francés, debido a que Agustín Lorenzo rapta a su bella hija. Muy interesantes y divertidas historias de cuevas como tu señalas. En Puente de Ixtla, hay también una leyenda relacionada con Agustín Lorenzo. Se dice que el puente antiguo fue construído por el demonio a petición de Agustín Lorenzo a cambio de su alma. El demonio debía terminar el puente antes que cantara el gallo en la madrugada y en automático el alma del bandido pasaba a su posesión. Sin embargo faltando la última piedra el gallo cantó y Agustín Lorenzo quedó con el favor del puente y librado del pacto. Hasta la fecha al puente le falta una piedra y la gente cuenta que hasta han querido completarlo pero siempre la piedra se desprende. En fin, así son las leyendas.
ResponderEliminarGracias por compartir esta historia. Estoy muy interesada en saber más de Agustín Lorenzo, ¿tiene alguna sugerencia de personas o archivos en los que se pueda consultar información al respecto? ¡Felicidades por este blog!
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